martes, 16 de abril de 2024

LA VIDA ES UNA EXCUSA PARA SER FELIZ

        No me importa apurar el tiempo las publicaciones de mi blog hasta que un tema inspirador se cruza en mi camino. Sé que antes de que transcurra el mes algo llegará a mi vida que prenderá la mecha de la creatividad en mi mente y me motivará a escribir. En esta nueva aventura de Minifunkids, todos los días pasean por mi mente oportunidades nuevas. Con este propósito de mejorar la vida de chicos con neurodiversidad y diversidad funcional, las lecciones que diariamente aprendemos de ellos son infinitas.

       La frase que da título a la publicación de abril está inspirada en una frase de uno de estos guerreros. Juan Ángel es un chaval con parálisis cerebral que ama el fútbol. Tanto que es presidente de honor del U.D. Santa Rosalía Maqueda, del malagueño distrito de Campanillas. A principios de mes aprovechamos una de nuestras visitas a la capital malagueña para visitarlo y pasar con él y con su familia una tarde inolvidable. Entre otras muchas cosas, Juan Ángel nos dijo que “el fútbol es una excusa para ser feliz”.  Una frase que resume otra mágica lección vivida gracias a estos niños que iluminan nuestro camino y que dan sentido a lo que hacemos. Para Juan Ángel el fútbol lo es todo. No  sólo es su excusa para ser feliz, es su razón para vivir. Dándole vueltas a esta bella reflexión en el camino de regreso a casa, pensé que cada uno de nosotros tenemos nuestro fútbol particular que nos empuja a seguir adelante, nuestra excusa para ser feliz. Y el fútbol, las  carreras, pintar cuadros o tocar un instrumento musical no son más que una de las múltiples cosas que podemos hacer en esta vida para ser feliz.

     Esta lección me enseña una vez más que la vida no va sobre lo que te pasa, sino sobre cómo reaccionas a lo que te pasa. Como diría el estoico Epicteto Lo que importa no son las cosas que te pasan, sino el cómo reaccionas ante ellas”. No tenemos control sobre las sorpresas, tanto positivas como negativas, que nos tiene reservada la vida. No podemos evitar circunstancias como un accidente, una enfermedad o un golpe de suerte. Pero sí tenemos la libertad para decidir nuestra reacción. Nos podemos hundir en la miseria, ahogarnos en nuestros lamentos o aprovechar la situación como una oportunidad para crecer, para subir de nivel.

        Ana, la abuela a la que tuve la inmensa fortuna de conocer durante la Media Maratón de Chiclana, es otro inmejorable ejemplo. La conocí en esa prueba en la que tuve el privilegio de participar acompañado una vez más por mis inseparables capitanes de Carros de Fuego, maestros de calidad.  Ana promueve en redes y en pruebas deportivas la loable iniciativa de #YoLuchoPorElMillón, con el que, recogiendo la inolvidable herencia del gran Pablo Ráez, trata de concienciar a la gente para obtener un millón de donantes de médula. La historia de Ana es la historia de una abuela con cuatro nietos, que vio marchar antes de tiempo a su hija Deby. Débora era militar de profesión y sin haber tenido la suerte de conocerla, estoy seguro que con un corazón enorme y solidario. Cuando Pablo Ráez se marchó ella abanderó su lucha. Ser donante de médula, o de sangre, y de órganos no te digo, debería ser algo tan natural como la vida misma. Ana corre con el chambergo de artillería de su hija en la cintura y con una bandera azul con la recreación del reconocible brazo de Pablo rodeado por ese “Siempre fuerte” que lo hizo tristemente famoso. Bajo ellos, los lemas #YoDono, #DonaMédula y #YoLuchoPorElMillon en forma de hashtags. Con esta gasolina, se entiende que el motor de Ana funcione a la perfección. Completó una más que loable Media Maratón de Chiclana acompañando al globo de las dos horas. El mismo día del aniversario de la marcha de su hija Débora. “Levántate y brilla” era su lema. El lema que estoy seguro que ayudó a su madre a levantarse y brillar como lo hace. El lema que la llevará el próximo día once de mayo a completar los famosos 101 kilómetros de Ronda. La buscaré, porque caminar junto a ella será una garantía absoluta de finalizar la prueba.

      Reiteramos, lo importante no es lo que te pasa, sino como reaccionas. La vida debería ser una excusa para ser feliz. Porque  a pesar de las tragedias que puedan sacudirte, muchas de ellas sin posibilidad de explicación, la felicidad siempre es una opción. Siempre tenemos a nuestra disposición excusas para alcanzarla. Yo he visto la felicidad en la mirada de Juan Ángel, en la mirada de Ana, a pesar de sus circunstancias. La decisión de usar esas excusas, y de buscar la felicidad a pesar de nuestras circunstancias es sólo nuestra.

        En esa búsqueda y utilización de excusas tan difícil (o más) que tomar la decisión y agarrarnos con fuerza a esa excusa es mantenerla a lo largo del tiempo. Nuestra mente es siempre nuestro peor enemigo y siempre está al acecho de los momentos de debilidad para invitarnos a abandonar. Para ello comparto una frase cuyo autor desconozco, que suelo usar en muchas de mis aventuras deportivo solidarias cuando las fuerzas flaquean. Y es que “cuando estés a punto de rendirte, recuerda por qué comenzaste”. O como dice mi amigo Javier Iriondo, cuando tienes un “por qué”, el “qué  el “cómo” aparecen de forma mágica.

         No hay mejor foto para ilustrar esta publicación que la de nuestras sonrisas junto al crack de Juan Ángel en el estadio del  U.D. Santa Rosalía Maqueda. No encuentro palabras para agradecerle lo que nos hizo vivir esa tarde allí. Seguro que él las encuentraría.



jueves, 21 de marzo de 2024

MIS PRIMEROS 100 DIAS EN MINIFUNKIDS (PUBLICACIÓN 100 DEL BLOG)

      Comparto hoy una publicación extraordinaria en mi blog para comentar y celebrar mis primeros cien días en Minifunkids. No sé muy bien cómo esta idea llegó a mi mente, pero sobre todo no sé cómo fue capaz de destacar entre la infinidad de ideas que lo hacen diariamente. Quizás porque 100 días es  una cifra redonda. Me acordé del genial cuento del Círculo del 99 de Jorge Bucay, que no destriparé hoy porque seguro que me da para una futura publicación. 100 días en los que mi vida ha dado un cambio espectacular que como dice mi amigo Alonso, merecía la alegría compartir.

        Si tuviese que resumir estas 2.400 horas en una sola palabra, no tendría ninguna duda. Escogería la palabra “gracias”, una de mis favoritas. Gracias por todo lo que he vivido en estos cien días, por las personas que se han cruzado en mi camino como últimos fichajes a mi álbum de la vida, y también gracias a aquellos que ya aparecían pero que han cambiado su demarcación e incluso su camiseta para jugar un papel aún más relevante. Pero una sola palabra creo que no sería suficiente para expresar todo el agradecimiento que siento. Así que pensé en escribir una publicación extraordinaria para poder compartirlo. A la hora de estructurarla, un “reel” de Instagram (perdonad el anglicismo, pero es uno de los efectos colaterales de haber “rejuvenecido” en esta nueva aventura) me mostró un señor de edad madura dando tres sabios consejos sobre la vida. Las tres frases me parecieron una forma muy original de hacerlo.

    v  Rodéate de personas cuyos ojos se iluminen cuando te ven llegar.

Las personas han jugado un papel fundamental en esta nueva temporada de la serie de mi vida, como no podía ser de otra forma. Lo de la luz en los ojos es bastante gráfico. Por razón de mi hoy perdida timidez, siempre he encontrado serias dificultades a la hora de mirar a la gente a los ojos. Lo veía como una especie de intromisión en su intimidad, pero ahora me doy cuenta de que en realidad era una barrera para proteger la mía. Hoy, casi sin timidez y sin intimidad, me encanta disfrutar del brillo en las miradas de los ojos de las personas.

Y estos cien días los he podido vivir gracias al brillo de todos los que han iluminado mi camino con sus ojos. Por orden de aparición, como en los créditos de las películas, tengo que comenzar por dar las gracias a mi familia, a mi mujer, María, y a mis hijos Daniela y Pablo. Ellos fueron los primeros que iluminaron sus miradas y sonrisas cuando les planteé la posibilidad de cambiar de trabajo y me animaron sin dudarlo a pesar del riesgo que podría entrañar. Ya conocían a Minifunkids y a María Jesús desde antes y seguro que la luz en los ojos de María Jesús también los había hipnotizado. Porque si algo derrocha María Jesús es luz. En estos cien días, las decenas de veces (casi cien sin temor a equivocarme mucho) que la he escuchado contar la historia de Minifunkids he podido vivir en primera persona como la luz que rebosan sus ojos cuando habla de sus niños hipnotiza a todo el que se cruza en su camino. Con esa  luz no era posible decir que no a este sueño.

Pero Minifunkids no es sólo María Jesús. Además de su CEO y fundadora, que no es poco, Miguel, Juandi, Alejandro, Alberto y todos los que de una u otra forma colaboran en el proyecto, también iluminan sus ojos cuando hablan de Minifunkids.

Esa luz se extiende a los socios, que vieron luz también en la posibilidad de ayudar a niños con diversidad funcional y fueron fundamentales para que el sueño se fuese haciendo realidad. Para cerrar este círculo, la luz de José María, mi Amigo con Mayúsculas (Hermano no de sangre con Mayúsculas también) que fue quien actuó de alineador de astros para que esto  saliese adelante. Por si fuese poco, mi Hermano (este de sangre) formó parte de ese equipo que junto a María, Jesús y Paco nos permitieron que les “okupásemos” su despacho durante los primeros meses. A pesar de haber irrumpido en sus vidas, iluminaban sus ojos cuando nos veían llegar. Los echamos de menos.

En este ejército de iluminadores no podemos olvidar a todos los mentores, formadores y otros colaboradores que nos hemos encontrado por el camino y que han intercambiado sus valiosos consejos a cambio de la luz de Minifunkids. No queremos olvidar a ninguno de esa larga lista que conforman Jose, Pablo, Paloma, los “Carlos”, Bassem, Beatriz, Enrique, y todos a los que no he tenido el gusto de conocer pero también iluminaron el camino de María Jesús con el brillo de sus ojos.

Y no podemos finalizar este apartado sin destacar el brillo de los ojos de los niños, esos niños que son nuestro verdadero porqué y en los que hemos puesto la esperanza y nuestro esfuerzo para que con el uso mágico de la realidad virtual y con la iluminación que sus ojos generen dentro de esos visores podamos ayudarles a mejorar su calidad de vida, haciendo de este mundo un lugar más inclusivo, diverso y visible.

Cerrar este apartado sin hablar de mi amigo Cristian sería imperdonable. Si alguien es ejemplo de luz en sus ojos es precisamente él. Por eso cada vez que tenemos ocasión contamos con él como imagen para unos flyers en la MWC, o como protagonista de un vídeo de agradecimiento en la diapositiva que cierra la mayoría de nuestras presentaciones.                     

v  Lentamente es la forma más rápida de llegar a dónde quieres estar.

         Avanzar lento y firme sin desviarte mucho del camino es mejor que hacerlo como pollo sin cabeza y sin tener muy claro dónde vas. Si usas la segunda opción al final terminarás equivocándote de camino, y tendrás que volver sobre tus pasos para deshacer lo recorrido. Esta experiencia la tengo muy asumida gracias a mi experiencia en deportes de larga distancia. Si te equivocas en el trazado de una ultra y después te das cuenta de que por ahí no se llega a la meta no te quedará otra que volverte hasta el punto donde te equivocaste. Ese punto donde una parada y reflexión sobre el camino a tomar posiblemente te hubiese ahorrado una cantidad extra de kilómetros que seguro que al final acabas lamentando.

 Ya hablé sobre este tema en mi publicación de enero donde hablaba de atarme los cordones antes de empezar a correr. Paradójicamente (¿qué es la vida, sino paradoja junto a humor y cambio?, como la definen magistralmente en el “Guerrero Pacífico”) en este metaverso de realidad virtual, donde todo viaja a una velocidad endiablada, mantener la firmeza, ser paciente y saber contar hasta diez pueden ser virtudes diferenciales y verdaderas ventajas competitivas. En un mundo donde todos corren sin saber por qué, priorizar, ralentizar y racionar las fuerzas te pueden acelerar al final. Carrera de fondo donde lo  importante no es sólo llegar, sino seguir avanzando y subiendo (como veremos a continuación) cuando nos creamos haber cruzado la meta. Como escribía en T3, uno de mis libros, “La verdadera competición empieza cuando cruzas la línea de Meta”.

v  La cima de una montaña es la base de la siguiente, así que sigue subiendo.

Dice un proverbio africano que si quieres caminar rápido vayas solo, pero que si quieres llegar lejos, lo hagas acompañado. Ya dejamos claro en el punto anterior que nuestro caminar debía ser lento pero firme. En este aclaramos que nuestro objetivo es llegar lejos, muy lejos. Que el viaje sea largo y dure lo máximo posible. Que creemos un Minifunkids tan sostenible y sólido que seamos capaces de ayudar a muchos niños. A mientras más mejor. Así que toca ir acompañado de gente a las que les brillen los ojos, con paso firme y seguro. Porque una vez lleguemos a dónde queremos estar, el camino no se habrá terminado. De hecho es ahí donde comenzará el verdadero camino. Este tercer consejo precisamente se habla sobre esto. Cuando creemos haber alcanzado la cima, tenemos que tomar conciencia de que la cúspide tan sólo es la base de la siguiente montaña que nos aguarda, así que debemos seguir subiendo.

En esta subida permanente no puedo dejar de subir sin recordar las sabias palabras de mi padre. Él hablaba de que la vida era una escalera. De que a veces tocaba ir cuesta abajo, casi frenándote, pero que otras veces tenías que subir y apretar porque los escalones se hacían insalvables. Y que cuando bajases fueses amable con los que en esos momentos sufrían la  subida, porque algún día tú ocuparías su lugar y puede que los que hoy estaban sufriendo mañana disfrutarían de la bajada. Y al final la vida te iba a devolver lo que tú le dieses a ella. Una lección brutal, como todas las que me regaló sin necesidad de haber pisado nunca una universidad. La otra que más utilizo es la de que fuese siempre el mismo, fuese donde fuese y estuviese con quien estuviese. Lecciones fáciles de enunciar y comprender pero difíciles de poner en práctica, como la de los verdaderos Maestros.

Con este privilegiado material genético hoy tengo la suficiente experiencia como para tener la posibilidad de usarla a mi favor. Paradójicamente, a mi edad me encuentro jugando en una Champions para jóvenes, donde la mayoría son emprendedores de startups que podrían ser incluso mis hijos. A pesar de ello, he sido más que bien recibido y en ningún momento he sentido rechazo a la llamada generación de plata, además de por mi falta de canas, posiblemente por que contemos con la inclusión y con la diversidad como dos pilares de nuestro proyecto.

Tenemos muy claro que no todo serán días de vino y rosas, ni achuchones en la espalda ni alfombras rojas por las que desfilar. Llegarán las espinas, los inconvenientes, las subidas interminables, y ahí es donde debemos mantener la luz en los ojos y recordar por qué comenzamos, cuál es nuestro propósito y nuestra motivación. El otro día escuchaba en una conferencia que los dos secretos del éxito en la vida son ilusión y voluntad. Ahora mismo nuestros depósitos rebosan. Vigilaremos que no se vacíen. Reponerlos será una de nuestras tareas principales.

Gracias por invertir vuestro tiempo en leer esta reflexión, quizás un poco más larga de lo habitual. 100 días no son nada. Lo importante es el día de  hoy. Y cuando pase, el de mañana, que se acabará convirtiendo en hoy también, a vivirlo a tope. Día a día. Trocito a trocito. Partido a partido.






martes, 12 de marzo de 2024

REGRESO AL FUTURO: LA ILUSIÓN DEL FIN DE LA HISTORIA

     En mi reciente reestrenado papel de aprendiz, que paso interpretando la mayor parte de mis días, ha llegado a mis dominios  una excepcional charla Ted del psicólogo de la Universidad de Harvard Dan Gilbert. Dan Nos habla sobre la “ilusión del fin de la historia”.

(https://www.ted.com/talks/dan_gilbert_the_psychology_of_your_future_self?utm_campaign=tedspread&utm_medium=referral&utm_source=tedcomshare)  

    Básicamente este fenómeno mental se pone de manifiesto cuando nos preguntamos a nosotros mismos si somos la misma persona que éramos hace diez años. La respuesta en la mayoría de los casos es negativa. Puede ser para mejor o para peor, pero todos admitimos que evolucionamos. “Cómo hemos cambiado” que cantaba la genial Sole Giménez de Presuntos Implicados. Sin embargo, si nos preguntamos cómo seremos dentro de diez años la cosa cambia. A pesar de que tenemos muy claro que nuestro yo pasado es bastante diferente a nuestro yo presente, tendemos a pensar que quienes somos ahora es la versión "real" y "terminada" de nosotros mismos, y que nuestro yo futuro será básicamente el mismo que somos hoy. Pensamos que la persona que somos hoy es la persona que siempre seremos. Gilbert lo explica de manera espectacular con una frase para enmarcar: "Los seres humanos son obras en progreso que erróneamente piensan que están terminadas".

       Nos olvidamos de que todo lo que hacemos, pensamos y decimos hoy está creando lo que seremos el día de mañana. Igual que todo lo que hicimos, pensamos y dijimos en el pasado nos hizo llegar hasta nuestro yo de hoy. Lo verdaderamente fascinante de este tema es como en muchas ocasiones en el futuro nos acabamos lamentarnos de las decisiones del presente. Posiblemente las tomamos sin pensar que tendrán su impacto en el futuro. La gente se (nos) gasta importantes cantidades de dinero en eliminar tatuajes por los que también pagaron una cantidad importante, se casa para después divorciarse, incluso a edades adultas se lucha duro para olvidarnos de tantas cosas que durante la madurez se luchó duro para conseguir. Tomamos las decisiones en este justo momento pensando que el yo futuro será exactamente igual que el yo presente, con lo que el impacto de la decisión será correcto. Pero cuando miramos hacia atrás nos damos cuenta de que las decisiones de hace diez años no nos afectaron como pensábamos, porque el yo de hoy no es el yo del pasado, e incluso a veces tiene poco que ver con él. Dan sugiere que este fenómeno puede estar relacionado con que el cerebro humano tiene más facilidad para recordar que para imaginar y para crear. Al yo de hace diez años lo tenemos controlado, pero al yo de dentro de otros diez lo tenemos que imaginar, y quizás nos sea más cómodo suponer que será igual que el de ahora.

       En mi caso particular, creo que una de las razones que me empujó a dar el salto en el ámbito laboral tuvo mucho que ver con esto, aunque no de forma consciente. Obviamente no estaba nada contento con el yo que veía frente al espejo. La frase de Steve Jobs me llegó a perseguir como una señal de que algo tenía que hacer. Cuando me preguntaba si quería hacer lo que iba a hacer cada día si fuese el último día de mi vida y el  "no" comenzó a repetirse durante demasiados días seguidos, entendí que tenía que cambiar algo. Me obligué a imaginarme dónde me gustaría estar dentro de diez años, algo que realmente no fue fácil, y a escribir mi particular (y mental) carta a los Reyes. Y sin saber muy bien ni cómo ni por qué, la oportunidad apareció. Fue una decisión tomada más con el corazón que con el cerebro, más con la emoción que con la razón, con todo lo que ello conlleva. Sin embargo, cuando miro hacia atrás para conectar los puntos de mi vida (otra vez el eterno Jobs) creo firmemente que en mi vida los resultados de las decisiones emocionales han superado por goleada a las racionales.

     Y hablando de emociones, no puedo escribir estas líneas sin dejar de emocionarme. Hablando de décadas hacia adelante y hacia atrás, mi hijo Pablo, sopla por segunda vez en su vida las velas con un cero en la tarta. Le deseo que todo lo que haga hoy le lleve al Pablo que quiere ser dentro de diez años. Un Pablo que con su creatividad él seguro que es capaz de imaginar muy distinto al de hoy con todo lujo de detalles. Como decía Melendi, uno de nuestros artistas favoritos, veinte años no son nada…  

     Al final queda claro que el tiempo es nuestro gran definidor. El que nos coloca a cada uno en  nuestro sitio. Lo bueno es que con nuestras decisiones de hoy tenemos el poder de definir a nuestro yo del futuro. El de dentro de diez años, o el de los que sea. Lo importante en la vida es siempre el camino, no la meta. Y lo dice un individuo que ya ha perdido la cuenta de todas las que ha cruzado.

     Y como imagen para ilustrar la publicación de este mes, una imagen generada por inteligencia artificial (sí, quien me iba a decir a mí que a mis años yo iba a enredar con esas cosas) que me ayuda a visualizar a mi Antonio del futuro, dentro de diez años o más. Un Antonio que sigue llevando puestas gafas de realidad virtual.

     Gracias como siempre por vuestro tiempo y nos vemos en un mes. En un plazo de tiempo en el que todos seremos distintos a los de hoy, aunque no nos demos cuenta.





martes, 13 de febrero de 2024

42 LECCIONES QUE ME REGALÓ LA MARATÓN

      Llegó el mes de febrero, el mes más corto del calendario (este año, incluso con un día más de lo habitual sigue siéndolo). Febrero es además el mes del Carnaval. Para los enamorados de esta fiesta, que me consta que somos muchos, es el mes en el que todas las creaciones en forma de música, letras y disfraces se hacen realidad después de haber pasado casi un año transitando por los caminos de nuestras mentes. Este año por circunstancias me ha tocado vivirlo en segunda línea, fundamentalmente porque mi hijo Pablo, que fue quién me reactivó el veneno del carnaval que yacía dormido en mi interior, también ha dado un paso atrás. Sus obligaciones académicas y el hecho de estar alejado de los suyos lo han empujado a tomar esa decisión. Y si el artista no ha salido, ya os podéis imaginar qué ha hecho su padre. No por falta de ganas, pero no me ha quedado otra que seguir sus pasos. Pero no sólo de carnaval se alimenta febrero. Para los corredores también es el mes de la Maratón de Sevilla, la madre de todas las carreras que tiene lugar en estas fechas en la capital hispalense. Este año me volveré a centrar en la maratón, resumiendo en 42 puntos (uno por kilómetro) las lecciones que me da esta carrera cada vez que me enfrento a ella. Lecciones que no sólo son aplicables al ámbito deportivo, sino que también puedo extrapolar a cualquier faceta de mi vida. Intentaré hacerlo de forma resumida. Mensajes cortos, que os dejen tiempo a reflexionar. No quiero que al profundizar en ellos quedéis más cansados de leer la publicación que ya al correrla…

1.- La verdadera felicidad, como en la vida, se encuentra al disfrutar del camino, no al cruzar la meta.

2.- La maratón no comienza el día de la carrera, comienza en el momento en el que decides inscribirte. A veces incluso antes.

3.- La maratón, en contra de lo que muchos puedan pensar, es un deporte fundamentalmente de equipo. A mí me tocó mi lotería particular al contar con el equipo de Carros de Fuego, pero además la familia, los amigos, los compañeros… son piezas fundamentales de ese a veces invisible equipo.

4.- Correr maratones te hace agradecido por naturaleza, sólo con poder plantearte formar parte de esta aventura ya tienes que tener un estado de salud digno de ser agradecido.

5.- Todo (o casi todo) está en la mente. Charles Reade decía: “Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás un destino”. Todo comienza con un pensamiento que acabará guiando tu destino.

6.- Estás aquí y ahora (mindfulness). La maratón no te permite pensar en los kilómetros que ya llevas ni enfocarte en los que te quedan por recorrer. El único kilómetro (más bien metro) que tienes es el que están pisando tus pies en estos momentos.

7.- Todo lleva su tiempo. Warren Buffet decía que “nueve mujeres embarazadas no pueden crear un bebé en un mes”. No hay prisa por llegar, llegar bien es suficiente.

8.- Sé creativo. Conocer una ciudad corriendo es una original forma de hacer turismo.

9.- Todo es relativo. La felicidad del último en cruzar la línea de meta posiblemente sea mayor que la del campeón.

10.- Tus actos presentes tienen consecuencias futuras. Durante la semana después te convertirás en un perfecto imitador de Robocop y aprenderás que las escaleras hay que bajarlas de espaldas.

11.- Acepta lo que no puedas controlar. Con una visión estoica, no te queda otra que aceptar que hay factores que se te escapan y que poco puedes hacer con ellos más allá de aceptarlos. 

12.- Enfócate en lo que puedes controlar. Fundamentalmente en tu actitud sobre aquellos aspectos que no puedes controlar.

13.- La importancia del descanso. A veces descansar es más importante que entrenar, especialmente en las últimas semanas. A veces menos es más, como en la vida.

14.- Trabaja el equilibrio. Descanso, nutrición, entrenamiento, vida profesional, vida personal… encajar este complicado puzle te dará herramientas muy valiosas para tu vida.

15.- El tiempo es uno de tus tesoros más valiosos. Cuidarlo y aprender a gestionarlo es una obligación para llegar a ser “finisher”. 

16.- Conócete a ti mismo. Conocer y entender las señales de tu cuerpo (y de tu mente) es esencial para evitar lesiones y mejorar el rendimiento.

17.- La preparación es fundamental. Como comentaba en mi publicación de enero, muchas veces hay que perder tiempo atándonos los cordones para asegurarnos correr más rápido que el compañero, no más rápido que el león.

18.- Hay que empezar el día corriendo, como dice el proverbio africano: “Cada día en África, una gacela se despierta. Sabe que debe correr más rápido que el león más veloz, o será devorada. Cada mañana en África, un león se despierta. Sabe que debe correr más rápido que la gacela más lenta, o morirá de hambre. No importa si eres un león o una gacela. Cuando el sol se eleva en África, es mejor que empieces a correr.”

19.- Persistencia. En una prueba de resistencia, posiblemente más mental que física, insistir, persistir y resistir y nunca desistir son imprescindibles para llegar al final.

20.- Mantener y cultivar una actitud mental positiva es obligatorio para sobrevivir a los negros nubarrones mentales que aparecen en una maratón, que siempre lo hacen.

21- Flexibilidad. Decía Darwin que las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio. En una maratón es fundamental adaptarse a las circunstancias cambiantes de la carrera para sobrevivir.

22.- Resiliencia. Una de las circunstancias a las que tendremos que adaptarnos será la adversidad, por lo que encontraremos en la resiliencia a uno de nuestros mejores aliados.

23.- Metro a metro, kilómetro. La maratón es una prueba “molto longa”. La única forma de digerirla es enfrentarla como si nos fuésemos a comer un elefante: “bocadito a bocadito”. 

24.- Excelente herramienta para superar miedos. Para los no iniciados, la maratón puede ser aterradora. Si tienes miedo, hazlo con miedo, pero hazlo.

25.- Aprender de los errores. Con tantas lecciones concentradas en cuarenta y dos kilómetros las posibilidades de equivocarse son muy altas, pero las de aprender son aún mayores.

26.- Sal de tu zona de confort y rompe tus límites. Sin querer caer en la peligrosa filosofía “Mr. Wonderfuliana” lo único imposible es aquello que no intentas.

27.- Siempre adelante. “Si no puedes volar, corre. Si no puedes correr, camina. Si no puedes caminar, gatea. Pero hagas lo que hagas, siempre sigue hacia adelante " decía Martin Luther King Jr. Aunque arrastrase en una maratón no es lo más recomendable, la lección va sobre seguir siempre avanzando.

28.- Importancia del cambio. Para alcanzar resultados distintos no hagas siempre lo mismo, decía el genial Albert Einstein. Para seguir progresando es fundamental vencer a la rutina.

29.- El fin es el principio de algo nuevo. Esta genial frase que me enseñó mi hija Daniela nos muestra que cuando cruzas esa mágica línea de meta no sólo es el final de esta última maratón, sino el inicio de la próxima.

30.- Cáete tres veces y levántate cuatro. Esta frase, aunque no es de mi hijo Pablo, ocupó durante mucho tiempo su estado del Whatsapp. En el kilómetro treinta (el famoso muro) te va a tocar caer, de una forma o de otra. Lo importante es levantarse y seguir.

31.- Finalizar una maratón no debe hacernos creer que somos un ser invencible, que somos un ser inmortal. Somos frágiles por naturaleza y cada momento estamos un segundo más cercano a nuestra muerte. Por eso hay que vivir la vida a tope mientras podamos.

32.- Nosotros mismos somos nuestro principal competidor. Como dice Melendi, la verdadera guerra es sólo con nosotros mismos. Superarnos a nosotros es la mejor de las victorias posibles.

33.- Sé amable. Con el que adelantas, con el que te adelanta, con el juez que anota tu dorsal en un control, con el voluntario en el avituallamiento, con el que te coloca la medalla al cruzar la meta, con todo el que te cruces, como en la vida misma. En cualquier momento puedes ocupar su lugar.

34.-  Sonríe. No hay nada serio que no pueda decirse con una sonrisa, decía Alejandro Casona y también mi compadre. La sonrisa es contagiosa, y cambia el estado de ánimo del que la muestra y del que la recibe. Por muy fastidiado que vayas, siempre es posible sonreír.

35.- Lo esencial es invisible a los ojos, de “El Principito”. Lo que nos muestran los sentidos es sólo una parte de la realidad, no la realidad completa. No juzgues nunca a ningún atleta, porque no sabes lo que verdaderamente estará pasando en su interior.

36.- La maratón es aquello que ocurre mientras tu cabeza está ocupada haciendo otros planes. Jugando con la frase de John Lennon, tu cabeza centrifugará en todas direcciones con el riesgo de perderte la verdadera experiencia. 

37.- Nada golpea más fuerte que la maratón, pero no importa lo fuerte que golpea, sino lo fuerte que pueda golpearte. Y lo aguantas mientras avanzas. Hay que soportar sin dejar de avanzar, así es como se llega al final, que es donde encontramos la victoria.

38.- La importancia de la respiración. Lo primero que hacemos después de llegar a este mundo, y lo último que hacemos antes de dejarlo es fundamental en el desarrollo no sólo de esta carrera, sino en el de la vida misma. 

39.- A veces una retirada a tiempo es la mayor de las victorias. Por muy mágica que sea esta carrera y por mucho que nos enseñe, nada justifica poner en riesgo nuestro bien más preciado, la vida.

40.- Siempre es posible hacer algo más. Se pueden hacer ultras, dobles maratones, o incluso pruebas como el Ironman que culminan con una maratón después de haber nadado casi cuatro kilómetros y pedaleado en bici ciento ochenta. Las locuras no tienen límite, y los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios.

41.- Rodéate de gente que te sume, no que te reste. Ahí puede estar la diferencia entre el éxito y el fracaso, como en la vida misma. La siguiente lección es el culmen de esta enseñanza.

42.- Si ayudas a los demás, recibes muchísimo más de lo que das. La lección magistral la dejo para el momento de cruzar la meta. Es la más importante de todas, y he tenido la increíble fortuna de aprenderla gracias a mis Capitanes de Carros de Fuego y a sus familias.

        Infinitas gracias por haberme acompañado hasta la meta. Espero que hayas disfrutado del camino como lo he hecho yo. Ahora a recuperar y a nutrirse bien hasta la publicación de Marzo. Y como no puede ser de otra forma, la foto que acompaña a esta carrera está casi salida del horno de la recién terminada edición de la Maratón de Sevilla.



martes, 16 de enero de 2024

DE CIEN A CERO. ATÁNDOME LOS CORDONES ANTES DE SALIR A CORRER.

             Nuevo mes, nuevo año y casi nueva vida en este 2024 que comienza a despertar. Después de las dos últimas publicaciones “trending topic” de Diciembre de 2023, tengo el listón bastante alto para al menos mantener el nivel, pero soy un tío de retos.

Tenía bastantes temas en plena ebullición en mi cabeza, por lo que he necesitado pararme y enfocarme en uno de ellos para comenzar a escribir. Quizás ésta haya sido la primera lección de este año (aunque ya comencé a aprenderla a finales del pasado), la de la necesidad de aplicar foco. A pesar de que soy bastante activo, uno de mis principales aprendizajes en este escaso mes en mi nueva actividad, es la importancia de enfocarme en lo que hacemos. Vuelta a la conciencia plena y al mindfulness, que había dejado un poco de lado cuando realmente más lo necesitaba. Cuando comas, come; cuando bebas, bebe y cuando respires respira que decía mi recordado Maestro de Tai Chi Chuan.

Y hablando de velocidades, aceleraciones y focos, he visto interesante utilizar estas variables como metáfora de mi cambio profesional, del que ya hablé en mis últimas publicaciones con ocasión de mi despedida. Para darle un poco de forma, es como abrir el nuevo capítulo de publicaciones una vez cerrado el anterior.

El “Rimac C_Two” es ahora mismo el vehículo más explosivo del mundo, capaz de pasar de cero a cien kilómetros por hora tan sólo en 1.85 segundos, siendo además el coche eléctrico más rápido del mundo. Haciendo uso de esta metáfora, y considerando las facturaciones de mi anterior empresa y la de la actual, podría decir que pasé de cien (millones de euros) a cero de un día para otro. Literalmente además, porque no me tomé ni un día de descanso entre la despedida y la bienvenida. Pensaba seguir con mi velocidad de cien kilómetros por hora (o más) para no bajar el ritmo lo más mínimo, pero lo primero que aprendí es que había que parar para después ir más rápido. Este parar ahora para correr después me recuerda a un chiste que solía contar de joven. Como el mes pasado no recibí ninguna censura importante sobre mi decisión de incluir chistes en mi publicación mensual he decidido venirme arriba y repetir. De todas formas admito críticas, sugerencias e incluso órdenes llegado el caso… Vamos a ello.

Dos jóvenes (podrían ser emprendedores perfectamente) viajaban en una avioneta sobrevolando la sabana africana. Por un fallo mecánico, la avioneta se desploma en plena explanada, falleciendo el piloto en el acto. Tras comprobar que ellos dos estaban relativamente  bien, por una de las ventanillas pueden ver como una manada de leones se acerca sigilosamente a ellos, posiblemente preguntándose si ese amasijo de hierros aloja alimento en su interior. Ante esta visión, el viajero más joven y con más ímpetu se dirige hacia la puerta de la avioneta para tomar conciencia de la situación. Al girar la vista atrás, comprueba que su compañero se está atando tranquilamente los cordones de los zapatos.

-        ¿Pero qué haces? ¿Ahora te vas a poner a amarrarte los cordones?

-        Tengo que asegurarme que no se me van a soltar. Voy a tener que correr rápido…

-        ¿Y crees que así vas a poder correr más rápido que los leones?

-        Más rápido que ellos no, tengo que correr más rápido que tú…

Este testimonio humorístico (al menos esa era la intención) demuestra la importancia de pararse antes de comenzar. En ello estoy. Después de mucho tiempo (quizás demasiado) corriendo sin parar me ha llegado el momento de pararme y atarme bien los cordones, aunque los que compartís experiencias deportivas conmigo sabéis que mis zapatillas desigualmente coloreadas siempre llevan lazos elásticos. Paradójicamente ahora que más necesito correr y en un sector donde la velocidad es clave es cuando necesito pararme. Pero ¿qué es la vida? Además de paradoja (como la que acabo de citar), humor (como el que intenté usar con el chiste anterior), es cambio. Ya sabéis por otras publicaciones de la importancia del cambio y de esta definición de la vida con las tres patas (paradoja, humor y cambio) que tantas veces he mencionado gracias a El Guerrero Pacífico, una de mis novelas y películas favoritas. Cuando pasas de cien a cero te das cuenta de dónde estás (aquí) y cuándo estás (ahora). Lo demás es secundario.

Espero atarme los cordones lo suficientemente bien y escoger la dirección correcta. Al menos, si me pilla el león tengo muy claro que la responsabilidad será mía.

Y ahora, sin olvidar que estamos en pleno Carnaval este año bisiesto en el que todo se adelanta, cerraré con una imagen que los amantes de esta manifestación artística y cultural seguro que entienden. Es una foto que tiene casi treinta y dos años, y está tomada en el interior del Pabellón de Fujitsu de la eternamente recordada Expo del 92. Para los amantes de la investigación, pueden ampliar la foto y comprobar que el extintor situado a mi izquierda correspondía precisamente a ese pabellón. Como diría el Selu: “Yo, como entiendo una “mijita” del “Metaverso”, porque me he “llevao” 30 años usando gafas de realidad virtual…”

Gracias por vuestro tiempo como siempre. Hasta el mes de Febrero, el mes del Carnaval por excelencia.



 

 

viernes, 22 de diciembre de 2023

ARRIVEDERCI 2023, BENVENUTTO 2024

          Un año más llega el final de este mes de diciembre casi sin darme cuenta. Cierro los ojos y parece que fue ayer cuando escribía mi publicación de despedida al 2022, un 2022 que calificaba como el mejor año de mi vida hasta entonces. Y es que el último siempre suele ser el mejor, sólo con haberlo contado y haber echado 365 días (o 366 si el año es bisiesto) al zurrón ya es motivo suficiente como para alegrarse y agradecerlo. Este año, a pesar de haber vivido un 2023 de auténtica montaña rusa con picos muy elevados y simas más que profundas, ha vuelto a ser el mejor. Lo que bien empieza bien acaba, dice nuestro sabio refranero, aunque algunos no quieran buenos principios para sus hijos. Si empiezas mal sólo te queda mejorar, es la otra interpretación que se le da a al asunto.

          Yo lo empecé bien. Muy bien, como todos los años. Después de un espectacular arranque de año con unas originales campanadas para nuestros amigos de Carros de Fuego, un año más tuve el honor de formar parte del séquito de beduinos de SSMM los Reyes Magos de Oriente, concretamente con su Majestad Baltasar. Por si no fuese suficiente, en compañía de uno de mis mejores amigos, haciendo además de escolta de seguridad privada de su hija y de su amiga. Ver las caras de ilusión de niños y mayores a cambio de un simple caramelo no tiene precio y es una experiencia que compensa con creces repetir todos los años.

           Llegó el Carnaval, una fecha que por cuestiones familiares siempre aparece marcada en rojo en mi calendario particular. Este año debuté en una chirigota, una de las cosas que tenía pendiente de hacer en la vida (no hablo de cantar, porque ese verbo tiene un significado ligeramente distinto a lo que en realidad hice). Mi hijo me volvió a demostrar una vez más que nada es imposible si no lo intentas, y tras una curiosa carambola del destino que le permitió participar como juvenil pudo saborear las mieles del triunfo en el COAC. Se convirtieron en la primera agrupación de procedencia sevillana que se alzaba con el primer premio. Haciendo historia, aunque él no le diese más importancia de la que tenía.

           En Semana Santa nos fuimos de viaje familiar en unas mini vacaciones por el Algarve que jamás olvidaremos. Risas por doquier, a pesar de que el clima no acompañó precisamente. Graduación de Daniela, finalizando su etapa en la ESO y dando el salto a Bachiller, donde tendría la oportunidad de seguir creciendo. Celebraciones de cumpleaños, vacaciones y demás me llevaron en volandas hasta la última parte del año donde todo se transformó a una velocidad de vértigo.

            Echando la mirada atrás a través de las publicaciones del blog conectando puntos, como decía el gran Steve Jobs, he podido confirmar que “la vida está inimaginablemente bien organizada”, como mi Maestro Alonso aprendió de su Maestro Eric Rolf. Confianza plena y paciencia infinita es uno de los mantras que deberíamos llevar tatuados a fuego en el alma a modo de ley universal.

          Comencé  año hablando de elección, con un contenido un poco singular, sin tener ni idea de la importancia que la palabra elección cobraría este año en mi vida. Después hablé de sentidos, del ensayo y el error como las más potentes formas de aprendizaje, y de la importancia de encontrar sentido a lo que hacemos en la vida. Compartí la posibilidad de decidir si usamos gafas de mosca o de abeja, quizás porque llevaba demasiado tiempo usando las primeras. Felicité a mi madre públicamente en junio, porque 80 primaveras no se cumplen todos los días. En julio me limité a transcribir literalmente mi “discurso” de agradecimiento a la Fundación Olivares con ocasión de la imposición de su medalla de oro. Tal fue el subidón, que literalmente volé al mes siguiente, puede que anticipándome al futuro. Hablaba al principio de montaña rusa, y un mes después cambié el brillante azul del cielo por el barro más pegajoso de la ciénaga de la Fan Pin Race, una prueba que me enseñó en tan solo tres horas mucho más que otras de mucha mayor duración. El barro me hizo ser consciente de las tormentas, de las sombras, de la profundidad de las simas, pero sobre todo de que al compartirlas podemos beneficiarnos incluso más que cuando sólo compartimos luces, sol y cimas. Noviembre fue un mes mágico, como no podía ser de otra forma, culminando en un diciembre espectacular en el que un giro radical de mi vida profesional me ha llevado a comenzar mi peregrinación por un camino que ni siquiera soñé en transitar. Un año más al zurrón, como decía al principio, con toda una multitud de experiencias vividas que me han hecho más sabio, además de más viejo.

      Un 2024 apasionante se abre ante mis ojos, en el que espero compartir al menos con una publicación al mes parte de mis lecciones. Leí una vez que la vida es un continuo aprendizaje, y que nos morimos cuando dejamos de aprender. He vuelto a colocarme el disfraz de estudiante novato y a colocarme en la casilla de salida. Espero aprender (vivir) mucho y poder compartirlo.

        Gracias a todos por este espectacular 2023, y especialmente a los que invertís parte de vuestro preciado tiempo en  soportar estoicamente mis reflexiones en el blog.

           Feliz Navidad a todos, y que el 2024 que ya llega os traiga todo lo mejor. Yo intentaré seguir por aquí para verlo.



jueves, 14 de diciembre de 2023

ME VOY. LO SIENTO. GRACIAS. OS QUIERO.

        Comienzo la publicación del último mes del año con un chiste. Aunque reconozco que hacer reír con un chiste por escrito es complicado porque gran parte de la gracia de los mismos se encuentra en la forma de contarlo, voy a intentarlo. El humor es uno de los tres componentes que forman parte de la definición de la vida en el Guerrero Pacífico, una definición que ya he mencionado en más de una ocasión. Concretamente el gurú Sócrates aconsejaba a Dan no perderlo nunca. Literalmente afirmaba:

·         “No pierdas el sentido del humor. Te dará una fuerza colosal. A pesar de las adversidades que te acechen, aunque la vida esté patas arriba ahora mismo, sonreír te permitirá abrazar una fortaleza y resistencia que tienes, pero que en ocasiones supones haber perdido.”

Mi compadre dice que no hay nada serio que no pueda decirse con una sonrisa, así que continuaremos con el chiste.

 Cuentan que un individuo caminaba por el mundo en busca de su autoconocimiento. Algo parecido al buscador de Jorge Bucay. En lugar de encontrarse un cementerio, dio con un convento donde se practicaba un curioso voto de silencio. Los monjes debían permanecer en el silencio más absoluto durante cinco años. Tras este periodo, se organizaba una fiesta espectacular en la que cada miembro de la congregación tenía derecho a pronunciar dos palabras. Después de casi dos mil días sin pronunciar palabra, cada hermano seleccionaba cuidadosamente qué dos palabras pronunciar. Llegó el momento de la fiesta y comenzaron los “discursos”: “Ave María”, “Gratia Plena”, “Mater Dei”, “Pater Noster”, “Virginum custos” fueron algunas de las parejas de palabras pronunciadas por sus hermanos. Cuando le llegó su turno, nuestro protagonista espetó un seco “Cama dura”. Todos los monjes lo miraron con los ojos como platos sorprendidos por la sinceridad del novicio. Otros cinco años de trabajos en silencio llevaron a una nueva celebración, y con ello, a la declamación de pareados. De nuevo el monasterio se llenó de “Ave María”, “Gratia Plena”, “Mater Dei”, “Pater Noster”, “Virginum custos” y similares, mientras nuestro amigo se dejó caer con un “Comida mala”. De nuevo la sorpresa fue total. Las miradas acribillaban al novato, por su carácter disidente. Otros cinco años en las mismas circunstancias llevaron a la repetición de la historia. Al latín de los monjes un “Me voy” resonó en el silencio de la comunidad. El abad, sin poder aguantar más, le gritó: “¿Cómo no te vas a ir, si llevas quince años quejándote?

                Yo no he llegado a tanto, pero sí podría decir que los últimos quince meses no han sido precisamente de oraciones en latín. Obviamente me he quejado más de lo que debía, porque quejarse no es una opción, como tampoco lo es rendirse. Haciendo honor a la verdad, no he sufrido la prohibición de hablar en ningún momento ni ninguna restricción a la hora de hacerlo, pero me ha parecido que el chiste podría ayudarme a enfocar el tema. Ahora entiendo que todo ha formado parte de un proceso de aprendizaje que me ha llevado hoy a donde estoy. Posiblemente haya tardado mucho en salir, pero el miedo siempre es un freno mayor de lo que suponemos. Escuché una vez que cuando avanzamos en nuestra carrera profesional podemos escoger dos caminos. El primero es el de Hernán Cortés en la conquista de México, cuando decidió quemar sus naves para dejarles claro a sus hombres que la retirada era imposible y que no había marcha atrás. El otro es el del escalador, que va afianzando siempre sus posiciones antes de seguir avanzando.  Me faltó valor y me sobraron años para hacer de conquistador, así que decidí escalar. Quizás pensé demasiado en levantar el pie a pesar de que el próximo asidero estaba al alcance de mi mano. Puede que porque no tuviese claro qué ruta escoger en la escalada.

                Sin embargo, cuando el momento llega, como comentaba en mi breve publicación del mes anterior, la ruta se ilumina y todo fluye. Los asideros que antes parecían lejanos e impracticables se acercan y parecen ergonómicos y hasta cómodos. Pero todo esto forma parte del futuro, y espero tener ocasión la oportunidad de compartirlo con vosotros en próximas publicaciones. El me voy  de hoy es una publicación que hace referencia al pasado. Un pasado sobre el que la sensación que predomina por encima de todas es la de agradecimiento. No podía ser otra después de 3.930 días allí. Diez años, nueve meses y tres días. Toda una vida. En el correo de despedida que he compartido con los que ya hoy son mis antiguos compañeros he recurrido a un recurso infalible que me enseñó, Belén Gaspar, CEO de la Fundación Olivares. Para estos momentos, hay un trío de palabras infalibles, sobre todo cuando se sienten de verdad. Lo siento, gracias y os quiero. Me recordó a las cuatro palabras sanadoras que se usan en el “Ho'oponopono”, la técnica ancestral hawaiana del perdón: “Lo siento, perdóname, te amo y gracias”.

                He pedido perdón y he lamentado las veces que no estuve a la altura de las expectativas de mis antiguos compañeros. Seguro que muchas de ellas hubiesen sido perfectamente evitables, pero también puedo asegurar que de todas ellas me intenté llevar una lección. Pero como decía antes sobre todo era el momento de agradecer. De dar las gracias a todos y a cada uno de ellos porque el Antonio que se marcha, además de indudablemente más viejo, es también más sabio gracias a la experiencia y a todo lo que he vivido con ellos. Gracias a mi trabajo he viajado a lugares a los que jamás soñé viajar, he conocido a gente maravillosa, y he crecido como profesional y como persona mucho más de lo que esperaba. En el proceso de adquisición por parte de un multinacional de referencia en el sector me sentí como una parte importante en el mismo. Tuve la oportunidad de volver a usar el inglés de forma creciente a lo largo de estos diez años, hasta el punto de hacerlo de forma continuada cada día.  

                Mientras el viento sopló a favor me sentí como un futbolista jugando en la Champions, creciendo no sólo como profesional, pero también como persona. Cuando Eolo decidió rolarlo, la cosa cambió, pero también estoy agradecido por este cambio. Como decía de Séneca en mi publicación del mes pasado, en la adversidad tuve la oportunidad de ponerme a prueba y ver hasta dónde era capaz de llegar. De mantener hasta donde pude la motivación y el compromiso en mi equipo, y de hacer que cada uno de ellos diese lo mejor de sí mismos.

                Y al final es imposible irse de aquí sin llevarme un trocito de cada uno de mis compañeros alojado en el fondo de mi corazón. Como dice el “You are always on my mind” interpretado inicialmente por Elvis Presley y en mis años mozos por los inolvidables “Pet Shop Boys” siempre estaréis en mi mente, y en mi corazón.

                Para cerrar el círculo de la publicación volveré al principio. En el Guerrero Pacífico, además del humor, hablaban de paradoja y de cambio.

                En cuanto a la paradoja, afirmaban que la vida es un misterio, y que no debemos perder el tiempo deduciéndola. Hay que vivir el presente y aprovechar el momento. Pasar de una empresa que factura centenares de millones de dólares a una que prácticamente va a comenzar a facturar puede parecer (y posiblemente lo sea) una auténtica locura, pero dicen que los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios. Y que aquellos que bailamos somos llamados locos por aquellos que no pueden oír la música. Yo cada vez la oigo más fuerte, así que no pararé de bailar.

                Y por último, el cambio. Un tema sobre el que ya he hablado en otras ocasiones. No hay nada que perdure, por lo que resistirnos al cambio es algo inútil. Tendemos a no aceptar los cambios por miedo a salir de nuestra zona de confort, de modificar nuestra rutina. Si algo he hecho con mis últimas decisiones ha sido cambiar… Cuando eres padre nunca dejas de ser un ejemplo para tus hijos. Perder la oportunidad de trabajar en algo que me pudiese hacer feliz es algo que jamás podría perdonarme.  Como me dijo Pablo, “deberías de dejar de negociar (el usó la palabra “traficar” aunque los que lo conocéis ya sabéis cómo es) con botellas y dedicarte a tus niños”. Voy a hacerlo. Por ti, por mí y por ellos.

                Lo siento si a alguien no le he llegado a gustar. Gracias por todo y os quiero por estar siempre ahí.

                Y como imagen un montaje de un espectacular cielo enmarcando el que ha sido mi lugar de trabajo durante esta última década junto a la imagen de mi primer día de trabajo y de uno de los últimos. Diez años no son nada. Como dice Melendi, queda mucho por vivir, espero.